La leyenda de El Dorado

El museo del oro de Bogotá cuenta con muchas piezas de oro MuiscasTodo el mundo ha oído hablar de la leyenda de El Dorado, la mítica ciudad de oro situada en Sudamérica. Pero pocos saben que en realidad El Dorado existió, y no era una ciudad. El Dorado es abreviatura de El Hombre Dorado, una antigua costumbre de una tribu llamada Muisca, del pueblo Chibcha, originario de la ciudad de Bacatá (cerca de Bogotá) y famoso por su habilidad para trabajar el oro. Mediante el sistema de la cera perdida, creaban preciosas figurillas y objetos de oro, que ofrecían a los dioses en la ceremonia  de investidura del nuevo cacique, arrojándolas a una laguna sagrada, llamada Guatavita. Para ellos no tenía valor monetario, eran objetos sacros, ya que el  oro representaba al sol.

El mito de El Dorado comenzó cuando, en los primeros tiempos de la conquista, en el siglo XVI, uno de los primeros conquistadores oyó hablar de una antigua tradición sobre un hombre que se cubría completamente de oro y de cómo ese pueblo arrojaba objetos de oro a un lago. Pensó que si esos indios tenían tanta riqueza como para tirar su oro al agua, su ciudad debía ser inmensamente rica. La historia llegó hasta Europa, tergiversada por el boca a boca. Al final la leyenda quedó en una ciudad enteramente de oro, y muchas expediciones salieron en su busca, persiguiendo uno u otro rumor sobre su paradero y acabando muchas de ellas en desastre y muerte.

En los siguientes 400 años múltiples expediciones intentaron drenar la laguna y recuperar el oro, con métodos cada vez más sofisticados. Algunos de esos métodos funcionaron y se obtuvieron piezas de oro de gran valor. Esos éxitos atrajeron a más exploradores, pero cada vez fue más difícil conseguir objetos, ya que las piezas que quedaban estaban atrapadas en el fondo, bajo varias capas de lodo espeso. Hace muchos años que nadie intenta recuperarlas, las labores de rescate ya no son rentables.

En 1930 el Banco de Colombia creó una colección con los múltiples objetos extraídos de la laguna, que hoy pueden verse en el Museo del Oro de Bogotá.

La Balsa Muisca de oro prueba la leyenda. Fue hallada en 1856 y hoy se exhibe en el Museo del Oro

La ceremonia del Hombre Dorado

El sobrino del cacique era el hombre destinado a ser el nuevo jefe y se le preparaba desde niño. Era enviado a una cueva donde debía pasar los siguientes seis años de su vida, sin contacto femenino, sin comer carne ni sal y sin ver la luz del sol (podía salir de noche). Al salir, el niño ya era un hombre, y debía probar su pureza controlando su cuerpo ante los bailes y caricias de las mujeres más bellas del pueblo.

Al amanecer, iban a la laguna sagrada, le ungían el cuerpo desnudo con miel y resinas y le cubrían con polvo de oro. Después, subía a una balsa de juncos decorada con oro y piedras preciosas, repleta de los “pagamentos”, los aportes de la comunidad Muisca como regalo para la laguna, estatuillas y  joyas de oro.

La balsa se deslizaba hacia el centro mientras todos cantaban y tocaban instrumentos desde la orilla y cuando estaba en mitad de la laguna, todo quedaba en silencio. En cuanto el sol asomaba por la montaña y bañaba su cuerpo dorado, los sacerdotes arrojaban las ofrendas por la borda. Después, el  futuro cacique se lanzaba al agua como símbolo de fecundidad y la laguna le otorgaba el poder. Ya en la orilla, su pueblo lo recibía como su señor y cacique.

Esta ceremonia se realizaba también en varias lagunas de la zona, como la de Siecha, a 35 km de la de Guatavita.